fantasía
La sola palabra. Fantasía. Te lleva a la playa. Te lleva a la parte superior de sus nalgas. Ahí donde la línea firme de la espalda se levanta en el coxis y luego –por fortuna– se vuelve a hundir.
Escuchas. Fantasía. Se te inflama el pecho. No lo puedes evitar. Despiertas y sientes el calor de otro cuerpo junto a ti. Suave. No sabes por qué. Recién bañado. Y huele a menta. Pero no a la menta de la pasta de dientes, o a la menta de las mentas, valga la redundancia. No a la menta de los cigarros mentolados. No a la del shampoo. A la menta de las hojas que frotas y se queda el aroma en tus dedos metido entre las uñas. La menta de las hojas como colchas de un arbusto, escondido entre otros arbustos, pero éste es especial, casi te sonríe. Metes la nariz entre las hojas.
No sabes por qué. Estás entre sus piernas.
Escuchas. Fantasía. Se te inflama el pecho. No lo puedes evitar. Despiertas y sientes el calor de otro cuerpo junto a ti. Suave. No sabes por qué. Recién bañado. Y huele a menta. Pero no a la menta de la pasta de dientes, o a la menta de las mentas, valga la redundancia. No a la menta de los cigarros mentolados. No a la del shampoo. A la menta de las hojas que frotas y se queda el aroma en tus dedos metido entre las uñas. La menta de las hojas como colchas de un arbusto, escondido entre otros arbustos, pero éste es especial, casi te sonríe. Metes la nariz entre las hojas.
No sabes por qué. Estás entre sus piernas.
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