de Tokyo a Cotzocón o hilados de un viaje

San Juan Cotzocón es un oasis, incluso para la Sierra Mixe. Está a 18 kilómetros de Alotepec, y a 24 kilómetros de Santa María Matamoros.

Más o menos a media, una hora, se empieza a ver el pueblo. Es relativamente temprano, pero hace hambre. Por alguna razón de la física y la química, las mochilas pesan más que hace cuatro horas. Ya pasamos por una nube cargada de agua y traigo los pantalones mojados. Y, para colmo, tenemos la extraña certeza de que llegamos a un pueblo difícil. Don Aldo, que es un señor viejo y sabio de barbas blancas hasta el suelo (o será Donaldo, un chavo etnólogo que da clases en uno de los BICs y siembra café), habló muy seriamente con nuestra guía y embajadora acá en la Mixe Area o Mixería. Le dijo, la gente en Cotzocón te detiene en la calle y te pregunta qué haces ahí, es desconfiada, se ríe de ti, no saluden todos en banda, por favor esconde las cámaras.
Así que el floor manager encargado y yo descargamos nuestras ansias fotógrafas en un pobre coche abandonado que estaba a la entrada del pueblo, y nos aguantamos de seguir alimentando el banco de imágenes.

El plan es encontrar un comedor, presentarse con las autoridades para ver cómo va a funcionar lo del hospedaje, entre otras cosas más importantes como explicar el objetivo de la visita. Yo claro que agradecí profundamente que comer estuviera en primer lugar en la agenda. Mi siguiente prioridad era quitarme la ropa mojada y bañarme, aunque las ganas se me quitaron cuando más adelante se empezó a caer el cielo a cubetazos. El comedor Rey Mixe estaba en la otra salida, así que tocó cruzar todo el pueblo. Nos ofrecieron quesadillas con frijoles y tasajo, y eso mismo comimos. Las mejores quesadillas, los mejores frijoles, pero sobre todo el mejor tasajo que he probado en la vida. Me dejaron cambiarme la ropa en un cuartito que parecía ser la bodega del comedor. Y ya, seca y comida, tuve uno de tantas felicidades que me atacaron durante la Mixería. Desde hace tiempo que he decidido que la felicidad son momentos, instantes en el estómago, sonrisas desde el esófago, comida en la panza y ropa seca, un buen baño.

Ya alimentada la piraña, nos dirigimos con las autoridades. Y así como quedamos bajo techo, empezó a caer el agua, como si hubiera estado esperando a que nos sentáramos a contemplarla, a impresionarnos de su peso, de su zapateado, de la nueva temperatura que traía y que me hizo extrañar mi suéter olvidado en Alotepec.

Pasamos por fin con el que creo que era el alcalde suplente, de quien después se hicieron varias hipótesis, como que estaba medio tomado o puesto, o a lo mejor sólo estaba indiferente; pero el caso era que se tardaba mucho tiempo en contestar y hablaba lento. Fue extraño que sólo nos recibiera él, porque antes nos había tocado, si no el cabildo entero, al menos 4 miembros, que a ratos entraban y salían de la presidencia. Nos quedamos pensando, pero nadie lo decía, que quizá DonAldo tenía razón en advertirnos de Cotzocón como un pueblo huraño.

Bajamos a la clínica, donde supuestamente íbamos a hospedarnos. Nos pusieron dos colchones sobre los que nos echamos temporalmente, pero luego nos quedamos dormidos.

Comments

Popular Posts