Alaska Highway

Hoy me despertó Alaska Highway. Tenía la verga paradísima.

Claro que no se parecía en nada a su real tamaño. Pero eso es lo de menos. Lo de más es que él quería cogerme, y yo, francamente, no quería ni estar ahí. O sí. No sé. Esa parte es un poco confusa; pero lo que es muy claro es que yo no quería coger con él. Y estoy pensando que, quizás, si él no hubiera detenido la noche o el día o la tarde o la madrugada, lo habría hecho; por qué no, una más, una menos.

La escena es un baño, yo, en el escusado, orinando la mitad en la basinica, la mitad encima mío -me corre la orina por las piernas-, él, frente al lavabo, poniéndose el condón.

Así que Alaska me dice, poniéndose el condón en su por demás erecto órgano sexual:
-Yo creo que dejamos esto para otro día.
Yo, mientras, pensaba, que sí, que no hiciéramos nada, ni hoy, ni nunca. Que nada más de verle la verga se me quitaban las ganas.
Pero lo curioso era que, en vez de regresarlo a su casa, le preguntaba algo así como:
-¿Sí? ¿Estás bien?
Como si la cosa no fuera mía. Como si no fuera yo la que quiere que se vaya con sus condones y su verga parada y todo.
Así que él, claro, se emputa, o más bien ironiza un poco, o, ambas: se emputa e ironiza un poco:
-No mames, estuviste a punto de sentarte a consolarme.
Como diciendo, qué no ves que tengo la verga paradísima, ¿cómo voy a quererme ir? Si quieres que me vaya, dímelo tú.
Me doy cuenta de que tiene razón.
-Sí. ¿Sabes qué? Yo creo que ya.
Y eso quería decir ni hoy ni nunca.
Él toma su verga, se la mete en los calzones y se va. Y, mientras se va, me dice:
-Sí, mira. Así mañana nos despertamos, somos cuates.
Como diciendo, qué alivio dejar las cosas claras.
Y así, se va. Emputado -y caliente, qué mala combinación-, pero aliviado.

Me despierto, pensando, por qué aparece en mis sueños a estas alturas Alaska Highway. Enseñándome la verga. Qué horror. Me dirijo al escusado. Tengo unas ganas incontenibles de orinar.

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