aventurera27:

Me toco con la punta -sólo con la yema- del dedo de enmedio. Esa yema, que es una minúscula parte de piel, roza una superficie casi milimétrica de mi clítoris. Lo está reconociendo, ah, sí, sí es ahí. Empiezo a lubricar, fluye ese aceite sutil, más bien ligero. Mis dedos se resbalan. Froto, me froto con los dedos, como si estuviera mezclando colores en mi vagina. Se enrojece, se colma, se endurece. Me electrifico, avanza una descarga tranquila que se amplía hacia mis piernas, se extiende hasta los dedos de los pies. Caminan mis dedos, aceleran el paso, se aprietan, más, se siguen precipitando, más.

Siento que me acaricia tu miembro crecido, ancho y suave, y se resbala, también. Todo resbala. Se resbala. El sexo lo tengo abierto, susceptible, esperando. Se introduce tu falo, sin querer. Lo estrecho. Sólo dejo que entre la punta. Me balanceo, lento. Se sigue arrimando. Lo siento firme. Lo dejo entrar. Dejo que explore, que reconozca. Yo también te reconozco. Giro la cadera, entras, con calma, sales, todavía con calma.

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