Welcome to the real world

El otro día me quejé amargamente y la respuesta que recibí fue el título de este post. No, princesita, el mundo real no es tu linda universidad, y las gentes trabajan por el varo, no por que les guste. Ah, ¿sí? Pues cuícuiri. Estos días no estoy segura de tener el estómago para salir al mundo real. Ni estoy segura de tener las nalgas para sentarme todo el día y contestar teléfonos o arreglarle las citas a no sé qué japonés de no sé qué empresa de autos. Creo que las orejas no me dan para trabajar en un call center, por muy multilingüe que sea. ¿Y que si se mueven mis manos por hacer trabajo administrativo? Pregúntame. A lo mejor en una de esas se me hace padre abrir la boca para un businessman coreano. La verdad, de ser secretaria a meserear en el Cluny, prefiero meserear.

De pronto me sucede que quiero correr a resguardarme bajo las faldas de la academia. Ahí donde los integrantes no se arrojan billetes sobre montañas de monedas de oro. Si alguien puede decir "I'm in it for the money" no es el académico. Aunque conozco un filósofo que viste irónicamente una playera con tal afirmación en el pecho. Lo que importa de este lado es una especie de trascendencia histórica, de fama teórica o algo así. Si te publicaron en el Hola de los lingüistas o el National Geographic de los filósofos. Estos días la neurosis por la acumulación de logros me produce jaqueca. En serio, hay círculos donde las personas enloquecen por el número de publicaciones, quién descubrió el hilo negro antes que nadie (pero no cualquier hilo negro, sino el hilo negro de la madeja de la universalidad suprema) y cuestiones banales como con cuántos descubridores del hilo negro te picas la panza.

De pronto me sucede que quiero desfogarme en los trapecios del performance. Un día, así como así, decidir que quiero dedicarme a... saltar la cuerda en un columpio mientras recito Altazor al ritmo de Kusturica en las noches de luna menguante por Tabasco y Chiapas. O... caminar encuerada pintada de un cuadro de Remedios Varo alternando cada media hora entre canciones de Jose Alfredo, llanto desenfrenado y coquetería agresiva, por los derechos de las mujeres. Y... no sé, luego simplemente sentarme en una banqueta y observar a los paseantes durante horas, seguirlos, en una de esas, echarme a llorar o reir en sus caras.

Comments

Anonymous said…
"...con cuántos descubridores del hilo negro te picas la panza..."

mmhh... mea culpa! Los que no trabajamos por dinero, comúnmente lo hacemos por el farol...
Anonymous said…
Uta. ¿Y dónde quedó el amor al arte?
Anonymous said…
¡Hazlo! ¡desfógate! :D

puede ser cualquier fin de semana...

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