vías respiratorias

Alguna vez, mis queridos personajes ambulantes, estoy segura de que todos hemos pensado: "qué horrible es enfermarse cuando uno vive solo". Si hay suerte, le hablamos al amigo, y el amigo te cuida. Pero, seamos sinceros, ningún amigo que no tenga segundas intenciones va a ir a casa del otro amigo, nomás a hacerle de comer y prepararle tés y refrescarle la toalla de la frente... Así que, o te regresas a casa de los papás sólo esos días, o te haces tú tus sopas y tú tus tés y tú entre los sueños de la fiebre te pondrás unas pelis.

Estos días, me doy cuenta de que migrar es la versión extrema de irte a vivir a solo.

Cuando estás lejos de tu ambiente, fuera de tu círculo, no sobre las bases que te han apoyado, una gripita ahi mal acomodada te causa neumonía. Nomás tantito uno abre las ventanas del cuarto, pa' que entre aire fresco, y el pinche aire fresco te atraviesa los pulmones y te arruina la garganta cuando estás durmiendo.

¿Y luego? ¿Quién? ¿A qué hora se regresa uno a dónde?

Cuando las peligrosas brisas –primeras brisas– de la primavera de pronto te alborotan el cabello en la regadera de tu nuevo baño, y se respiran –a leguas se ven– huracanes, ¿qué se hace?





Sería sabio cerrar las ventanas y recuperar el centro.

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