de palabras navegantes
A veces, cuando hablo en japonés, me desfaso. De pronto escucho las palabras como si no fueran mías. Como si salieran de mi boca sin control, sin mi permiso. Hablan y dicen lo que quieren y construyen las frases sin que yo intervenga.
No como antes, que había una línea clara que había que cruzar para hablar. La línea de la voluntad -la mía- formaba una presa entre lo que quería decir y lo que expresaba. Las frases se iban construyendo en cadena, haciendo círculos, y, sólo cuando la fuerza centrípeta lo permitía, lograban una ráfaga de aire que me abría la boca para pronunciarse.
Estos días, la presa parece estarse resquebrajando. Las palabras fluyen haciendo espirales, que se elevan, que caen, que empiezan y luego complementan el discurso del otro, o el propio. Se siguen, tratando de hacer sentido.
No como antes, que había una línea clara que había que cruzar para hablar. La línea de la voluntad -la mía- formaba una presa entre lo que quería decir y lo que expresaba. Las frases se iban construyendo en cadena, haciendo círculos, y, sólo cuando la fuerza centrípeta lo permitía, lograban una ráfaga de aire que me abría la boca para pronunciarse.
Estos días, la presa parece estarse resquebrajando. Las palabras fluyen haciendo espirales, que se elevan, que caen, que empiezan y luego complementan el discurso del otro, o el propio. Se siguen, tratando de hacer sentido.
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