de carreras por mientras

Hoy, rodeada de cinco hombres que se quitaban el uniforme para vestirse de civiles, pensé, en qué buen trabajo llegué a caer, ya poco me importa si me hablan o no de la Embajada Argentina para trabajar de secretaria por seis semanas; yo aquí me quedo haciendo ensaladas.

No sé ellos qué piensen de que yo me cambie en el fondo mientras ellos tienen que exhibirme sus cuerpos.

Nishihara me dice:
-Oye, te cambias rápido.

Y yo, mientras, pienso, es que me encanta sentarme en el sillón y fumarme un cigarro mientras éstos, en el ambiente más familiar, se quitan el traje de cocineros y se ponen encima cualquier ropa, común y corriente, como que nunca imaginarías que trabajan en la cocina.

Todos entramos al edificio Ogawa, uno de los cientos de edificios de la gran metrópoli de Tokyo, subimos al 4o piso y nos ponemos en traje de carácter, como diría mi papá. De verdad, quisiera recalcar, es increíble el amontonamiento de edificios de esta ciudad. Para el recién llegado es como nomás un montón de edificios. Incluso te preguntas, pues qué, mucha oficina o qué. Pero lo que sucede es que cualquier local de lo que se te ocurra está en un piso de algún edificio. Así que todos tienen un menú en su entrada, que dice, B1 (sótano 1) Carne Asada Koufuku, F1 (piso 1 o PB, para México) Internet Café Mamboo, F2 Billar Three Monkeys, F3 comida china Jyorakuen y así.

El dining bar donde trabajo está en el 4o y 5o pisos de un edificio que se encuentra cerca de la Salida Sur del Metro Shinjuku, que lleva el nombre de su distrito, uno de los más concurridos de Tokyo. Boozu es uno de los tantos y tantos restaurantes que colman el hambre y la sed de los tokyotas y habitantes de las zonas conurbadas que diariamente viajan a los centros de la capital para trabajar, estudiar y consumir ahí.

Subimos entonces al 5o piso, y saludamos al gerente o a quien esté en la puerta.
-Buenos días.
Así sea tu entrada a las 6 de la tarde.
Entramos a la cocina, buenos días, buenos días, fichamos, marcamos un número y registramos nuestra huella digital. Buenos días, llego a mi posición, postres y ensaladas, y me reportan lo que falta preparar para las órdenes. Hay que cortar el jitomate y la mozzarella de la caprese. Hay que batir la crema chantilly. Hoy hay tres cursos de 3000 y uno de 3800, para que separes las ensaladas y pongas a enfríar los platos de los postres.

Yo, todos los días, hago una hora en tren para entrar a trabajar, y, todas las noches, me regreso en el último, de las 23:55, lleno de transeúntes -toda clase de transeúntes, por no decir, toda clase de borrachos. Por cierto, hace unos días me sorprendió la rapidez con la que los encargados de la estación limpiaban el vómito de algún perdido por ahi, justo frente a un asiento. Me hizo pensar que ya lo tienen muy ensayado. Me puedo imaginar perfecto la escena anterior -yo llegué ya cuando sólo estaba el cuerpo del delito, como quien dice. El tipo o tipa, pensando, esperando llegar a la próxima estación, pero sabiendo, también, que es el último tren. Y, claro, él o ella suponen que respirando hondo, van a poder aguantar unos minutos más. Uf, pero cada curva, cada acelerada, cada frenada son como un golpe en el estómago... Y, al final, quién sabe si tuvo siquiera tiempo de avisar. Fue en una parada, porque así al menos tenía la oportunidad de salir rebotando, sin que muchos pudieran verle la cara.

Llego aproximadamente a la 1:15 a la casa de mi abuela, checo mi mail, y no, todavía no ha llegado la respuesta de la Embajada Argentina. Seguro fue que les contesté "soy humanista", cuando me preguntaron si estaba interesada en las ventas. Casi saco la bandera puma, pero ahí sí me contuve. Más bien traté de llevar la atención a mi dominio de ambos idiomas, japonés y español.

Por fin, me contestaron que le habían dado preferencia a personas con "perfil comercial", con experiencia en el área de ventas, y, para no dejar, me pidieron mi presupuesto como intérprete, para un par de días, a finales de este mes. Yo ya decidí dejar de expectar. Aunque he de decir que es difícil.

Por el momento, ya me pasaron a la freídora en el restaurante, justo cuando era una máster de las ensaladas, ¿ya saben?, tienes todo bajo control, puedes prever tus pasos tres órdenes adelante, y hasta te das el lujo de ayudar al de entradas. Pero, nada, ahora me siento el ser más tonto sobre la tierra. No puedo ver más allá de mis narices. De pronto, en la clavadez, me preocupa quedarme así todo el tiempo. En serio, me quedo pensando, seguro es la verde que me dejó afectada o, ya de plano, es que tengo un tumor cerebral... Sí suena a "pobrecita se está volviendo loca"; pero cuando me entran los nervios, no hay quién me detenga, empiezo a temblar, me ofusco, tiro las cosas... soy una mala combinación de Carry y Bety La Fea.

Lo curioso de estos trabajos que empieza a hacer uno por mientras, es que te empiezan a gustar y, de pronto, hasta te hacen dudar, ¿y si ya de plano me quedo haciendo carrera aquí?

Comments

Anonymous said…
:D cosas muy interesantes haber yo aprendido [joda]

"en traje de carácter"

y si no llegas al último tren? dónde te quedas o qué haces?

"Yo ya decidí dejar de expectar. Aunque he de decir que es difícil".

"Por el momento, ya me pasaron a la freídora en el restaurante"...
:D buen cambio :)!!!

"soy una mala combinación de Carry y Bety La Fea" jajaj, perfecta mala combinación de referentes.

Sigue hablando de Japón por favor :)
gin said…
Pues, las veces que se me fue el tren me tocó quedarme en un bar hasta que saliera el primer tren del día, que es más o menos como a las 5 de la mañana. Una pesadilla, en realidad. La vez que estuvo de hecho padre fue alguna vez en el verano, me quedé con un amigo charlando en un parquecito muy bonito –muy japonés–, esperando la hora, y escuchando en la oscuridad una pinche carpota (koi, en japonés) que saltaba y saltaba en el estanque. Los kois, al parecer, son nocturnos y muy activos.

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