de urbanismos a universiturbanismos: el embudo de Medicina

Ayer me llegó un envío. El mensajero era un urbanista. Resulta que el urbanismo es una materia bastante interesante que tiene que ver directamente con la vida de las personas, sobretodo, por supuesto, con la vida de las personas que viven en las ciudades. Una de mis preocupaciones cotidianas siempre ha sido el transitar por esta ciudad. Siempre que voy y vengo, entro y salgo, del país, de la ciudad, un poquito al norte, un poquito al sur, un rato más allá hacia el norte, años hacia el oriente, en fin, siempre siempre me ando deteniendo un momento y observo mi ciudad con otros ojos, luego otras necesidades, otras costumbres, y suceden múltiples enfrentamientos entre la ciudad monstruo y otras capitales.

En esos momentos me da por llegar a la conclusión de que vivimos en una maraña. Depende mucho de dónde vivas y por dónde rumbees, pero las cosas que determinan el diario devenir por esta gran urbe son el tránsito automovilístico, el peatonal y la ya muy manoseada inseguridad. Y, entonces, bueno, lo divertido del asunto es que estas cuestiones se pueden ver como una masa plastilinosa que se va acomodando según la arquitectura de las calles, de los distintos edificios, la distribución de los espacios públicos, et cétera. Como, por ejemplo, qué bonitas son las glorietas, pero qué problemáticas, o cuántos cabemos en condominios verticales, pero sepa quién vive arriba, o vivo en el centro de Coyoacán y tengo las placitas para pasear, y ese güey en cambio pobrecito vive en Satélite y pasea por los centros comerciales.

En fin, tampoco hay que irse tan a lo grande. Vamos a nuestra tan querida patrimonio cultural de la humanidad Ciudad Universitaria.

Hace algunos años, cuando entré a la ache Facultad de Filosofía y Letras, uno de los grandes tópicos para los adinerados fresas que contábamos con nave (aunque mi auto fuera un cacharrón de modelo diez años anterior) era el embudo que se hacía justo a la altura de la Facultad de Medicina.

Todo empezaba porque el estacionamiento era preferente para los profesores y el resto debía aparcar en las vías de tránsito. Este acto provocaba que el tránsito en realidad se realizara sobre un carril. Luego resulta que todos los caminos llevaban al embudo de Medicina, es decir, el camino que va desde Avenida Universidad desembocaba ahí y el que se comenzaba en Insurgentes desembocaba ahí. Total que a la hora de la comida, los que ya no queríamos más comida corrida de la cafetería o de las facultades hermanas aledañas, más Psicoquecas, o, en su defecto, más Paseo de la Salmonela, más Monte Kailas, más Hipocampo o más Gato Macho, tomábamos el mentado carro y marchábamos hacia Coyoacán -en realidad, tomábamos el mentado carro desde ir al Monte Kailas, pero, bueno. Lo otro era que la peatoniza también iba a comer y lo hacía cruzando por ahí mismo.

Así la marabunta terminaba tarde o temprano en el embudo de Medicina, hambrienta, desesperada, confundida, sobretodo confundida, por qué, por qué nadie hace nada por arreglar el tráfico en Ciudad Universitaria (ah, claro, esto se repetía de la entrada por Cerro del Agua hasta la Facultad de Administración, en ambas direcciones, y otros). De esta manera, en esa media hora en la que uno tardaba en salir de nuestra ache ache universidad, uno se ponía a cavilar, en el mejor de los casos. Estaban las soluciones constructivas, digamos: deberían construir un segundo piso a los estacionamientos o deberían construir un puente peatonal (a ésta, había una alternativa menos ejercitada: deberían construir un paso peatonal a desnivel); las soluciones prohibitivas: deberían prohibir la entrada a los que no sean de la UNAM o deberían prohibir la entrada a los autos; las soluciones bicicleteras o deberían promover el uso de la bicicleta. Por supuesto estas soluciones no llegaban a ningún lado, se quedaban en quejas entre círculos pequeños, nunca ni siquiera hubo manifestaciones en contra de este problema, marchas desde el Centro Cultural a Rectoría o cosa por el estilo.

Por fin, parece que el urbanismo llegó alegremente a CU y hace poco más de un año o en el semestre 2007-1, se tomaron las siguientes medidas: se prohibió aparcar en las vías de tránsito y se ubicó un estacionamiento público en el estadio, acompañado de pumabuses que te llevan del estadio a distintas partes de la magna escuela. Además inauguraron un servicio social debido al cual uno puede encontrarse a sus cuates haciéndola de agentes de tránsito cada cincuenta o cien metros en las áreas problemáticas. Por otro lado, se inició un programa de préstamo y uso de bicicletas dentro de la universidad.

Mi pregunta es: ¿llegará un urbanismo efectivo a México Distrito Federal? ¿O tenemos que esperar a que se acabe el petróleo para dejar de vivir en una urbe tan desquiciante?

Comments

Gataza Gueden said…
Supongo que cuando se acabe el petróleo la ciudad y el país serán aún más desquiciantes... no hay urbanismo que pueda con 20 millones de mexicanos, por ejemplo creo que el metrobús (insurgentes)fue una buena idea y la banda se queja todo el tiempo porque andamos apachurrados... yo también celebro la transformación del tráfico en C.U. pero como miembro de la peatoniza debo decir que urge que le pongan un techito al paradero de la ruta 5.
MACARIO said…
si, esta ciudad pende de un hilo, hace cuatro años, al volver de un laaargo viaje a un país leeejos, me di cuenta que el DF estaba cayéndose a pedazos, "le doy cinco años más de vida"-dije. Ahora van cuatro, espero me haya fallado el cálculo, aún así, no le doy más que el 2012 pa que se vaya al carajo, igual que los mayas.
Anonymous said…
Ante el ojo publico, el reproche. Hace tiempo que no hay entradas. Algo le pasa al ansia de decir.

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