de otros subterráneos

El Adriano acaba de hacer un corto.



Ignoro cuáles hayan sido los motivos del motivo. A mí como que me hablaron directamente. Más que los que se encuentran y se separan, específicamente (como en el corto), la fantasía de un encuentro, la idea de un otro que comparte el mismo espacio que tú. O, más bien, simplemente la concientización de que de hecho compartes el mismo espacio con otros.

Los últimos meses, no he hecho más que sentarme en el tren y observar a la gente. Entrar al vagón y alienarme, como si de pronto el tren me sacara de mí misma. Así, como en una película. Voy escuchando las conversaciones, entrometiéndome en sus lecturas, tratando de escuchar su música. A veces trato de imaginarme qué están pensando, qué les provoca ver a los otros. En el fondo, todos van viendo, también. En el fondo, o más bien periféricamente, todos se percatan del otro. No sé si ellos también, pero yo voy tratando de adivinar a qué se dedicarán, aunque en realidad sólo lo logro con los músicos, sobre todo si van cargando su instrumento.

Otras veces, subirte al tren te convierte en un actor. Dejas de ser un espectador, entras en personaje. Se abren las puertas y entras a escena.