de soltar el darkside

En los últimos tiempos, no sé cuánto, la verdad, tal vez, desde antes, tal vez, este ha sido el meollo desde siempre, qué hacer con el darkside, dónde meterlo, cómo darle salida, esconderlo, hacerlo positivo, ajá, lo más positivo que se pueda, aunque no se pueda, meterlo en la licuadora de la creatividad, ponerse bien borracha, bien pacheca, bien en otras sustancias, acercarse a la muerte, ponerse en riesgo, autosabotearse, infringirse dolor, traicionar, a otros, a mí misma, revolcarse en la enfermedad mental, solo, acompañado, entre amigos, entre extraños, con mi mamá, con mi papá, con mi hermano, con todas mis hermanas, con mis parejas, las más importantes, conmigo misma, una y otra vez, en la ansiedad, en la depresión, en la manía, en la náusea, en el sinsentido, en la soledad absoluta, en ya no hay salida, en el escape, en el descontrol, en el caos, he estado rondando sobre todo esto, tratando de observarlo y entenderlo.

Creo que, primero, para extirparlo.

Ajá.

Y luego, sólo recientemente, me he dado cuenta de que en realidad no lo necesito fuera. No todo. No siempre. No para cada aspecto de mi vida y de mi persona.

La oscuridad tiene su belleza y su fuerza, de atracción, de empuje, de motor de vida.

Forma parte del equilibrio.

Y es como si hubiera alivio en dejarlo estar.

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