una disculpa a los lectores de este blog

Cada quién puede pensar lo que quiera, pero para escribir uno no la puede tener medio parada.

Esa es mi humilde opinión.

Estos días, lo que más trabajo me cuesta es –¿cómo dicen en japonés? (芯がしっかりしていれば)– tener el corazón firme. Mantener un eje. Decir, esto es lo que quiero. Voy pa'llá.

O es que quiero muchas cosas y es difícil definir una prioridad. Y luego tampoco son tantas. A mí lo que me pasa es que no sé si fortalecer mi carrera es más importante que casarme o viceversa. Me acuerdo que mi asesora me decía que las mujeres siempre tenían que estar decidiendo entre la vida familiar y la profesional. Yo la escuchaba y pensaba, bueno, Chantal, pero ya no estamos en tus tiempos. Y luego ayer me di cuenta de que, en una de esas, seguíamos viviendo en una extensión de sus tiempos.

El otro día, mi terapeuta me preguntaba si no tenía una tendencia a poner primero la vida profesional. Mi terapeuta, para quienes no la conozcan, es la embajadora de mis necesidades emocionales. En una de las primeras sesiones, yo declaraba que estaba lista para todo eso, tener una pareja, establecerme, negociar un proyecto compartido. Y ya, muy a la Susanita, me da mucha ilusión tener un hijito. Pero cuando digo me da ilusión es me pierdo en la fantasía y sonrío como babosa, dejo de poner atención en la conversación, et cétera.

Tengo amigas bien listas y bien brillantes que dejaron –temporalmente– sus carreras para dedicarse a sus familias.  Unas porque así lo planearon y otras porque así les salió un hijito o una hijita, de pronto, y qué felicidad, las circunstancias no permitieron hacer las dos cosas al mismo tiempo, había que elegir, y bueno.

Pienso sobre todo en una coreana con la que me identifico particularmente, porque tendía a evitar las relaciones comprometidas, viajaba por el mundo y, además, tiene uno de los poderes analíticos más incisivos que conozco. Antropóloga con altas expectativas y toda la cosa. De un derrepente –como diría mi papá–, se hace de un novio francés de origen coreano. Y que duran. Lo siguiente que supe fue, I have big news, I had a daughter. Me manda una foto de las dos. Lo que más me sorprendió fue que tenía cara de mamá. Ya no daba miedo. Ya no parecía femme fatale. Y otra cosa: se veía contenta y en paz. Me preguntó, what do you think? Le dije, it doesn't look like you, you look happy. Sólo me dio la razón, I know.

Y, del otro lado, la dedicación al oficio. Nutrir lo que soy y en lo que creo. Construir un nombre. Servir a mi comunidad a través de esta tecnología particular que soy yo misma.

Así que, en fin, no sé en dónde va a ponerse mi corazón. Pero, por primera vez, quisiera ser la dueña de mi voluntad. Más allá de un plan de contingencia.

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