del amor y sobre el movimiento

Estoy participando en una obra de teatro que trata sobre el amor en los tiempos posmodernos, llamada Mar de Fuchi. Y como trata del amor en los tiempos posmodernos, trata de la pérdida, de la adolescencia extendida, del miedo al duelo, del miedo al involucramiento, pero también de una búsqueda genuina por reconfigurar el amor en algo que nos acomode, de un crecimiento distinto al de nuestros padres, de una adultez "alternativa" pero igualmente válida como tal.


Es decir, puede que no estemos casados, que ni siquiera tengamos una pareja estable, que no seamos ni independientes económicamente, que no sepamos lo que es pagar impuestos y que cada que llegan correos del SAT los ignoremos como si fueran SPAM... Sí, pues. Algunos hasta siguen viviendo con sus papás (la neta, qué pedo). No obstante, digo, somos adultos. Nos hemos convertido en adultos, quizás hasta porque es inevitable hacerlo. Nadie nos lo aplaude porque muchos no tenemos pruebas de ello: ni casa propia, ni hijos, ni esposo, ni trabajo de 8 horas, ni estudios terminados, ni premio Nobel, ni Grammy, ni un Ariel. A mí, por ejemplo, me hacen falta unos 5 años más para terminar con mi carrera académica y lo más que he estado en un trabajo de esos que llaman trabajo fue durante 5 meses, llevo aproximadamente 5 años sin tener un novio que pueda identificarse como tal, así es que ni doctorado, ni pareja, ni hijos.


Es más, ¿quieren que caiga en el pánico ya mismo?:


A veces no sé ni a dónde voy con todo esto. ¿Quiero escribir? ¿Quiero dar clases? ¿Quiero ser divulgadora de la ciencia? ¿Me dedico al activismo ciclista? ¿Mejor traduzco literatura japonesa al español? ¿Me meto de lleno a la cocina? ¿Acepto mi vena académica? Ni quién me ayude. Pero es que si me preguntan si me considero adulta, pues, yo sí diría que sí, y hasta les puedo hacer un esquema. En el siguiente cuadro se ilustran los rasgos que considero me ponen más de este lado –pensando en "de este lado" como "adultez"– que del otro –tomando "del otro" como adolescencia o incluso niñez–:


Tabla 1: ¿Me considero adulta?



No
Tomo decisiones basadas en lo que quiero y me hago responsable de mis actos.


Tengo experiencia suficiente en mi oficio como para criticar la problemática de mi gremio con argumentos adecuados.

No ejerzo mi oficio como figura de autoridad.
Tengo harta experiencias amorosa. Ya di la vuelta por muchos tipos de relación. Tengo una idea hasta cierto punto clara sobre lo que quiero, y ésta está basada en cuestionamientos profundos realizados en su momento.

Sigo sin tener una relación que me satisfaga.
Conozco el sinsentido. Advierto la relatividad; pero soy capaz de disfrutarla.


Tengo estrategias para salir de las crisis.

Puedo actuar ante eventos inesperados que se salen de las expectativas.


Tengo la capacidad de apoyar a mi familia como una igual.



Sigo siendo un lastre en el sentido económico. No tengo independencia económica, y eso motiva cierta falta de autonomía, aunque no es determinante.
Conozco mis límites. Los he vivido.






Mi papá, que no ha visto la Tabla 1, sigue diciéndome que estoy atrasada. Mi papá, para los que no lo conocen, es un señor de 67 años que se jacta, aunque humildemente, de que él logró su independencia económica a los 15 años, y que no deja pasar la oportunidad para decirme que ya debería yo de estar ahorrando para la vejez. Yo le respondo que de verdad no quiero sangrarlo para siempre, pero que sé que tengo un colchoncito. Él hace una mueca invisible al ojo poco entrenado, pero que para mí quiere decir "hija... mía", y muy políticamente me responde que el problema de los jóvenes de ahora es que las oportunidades de trabajo son muy reducidas. De manera conveniente, me cuelgo de ahí y sigo con esa línea de argumentación, mientras me guardo de hacer cualquier reivindicación a la nueva adultez. Sé que la preocupación de mi padre es legítima y no pretendo ni insinuar que quiero deslindarme de mis responsabilidades, por miedo a represalias económicas (y esto es un poco en broma, pero la verdad que no tanto).

Yo no sé si alguno de ustedes crea en el destino. Yo siempre digo que, en momentos como éste, sí. Y éste es uno de esos momentos como éste. Claro que somos voluntad, y claro que somos circunstancia, pero al final, al compendio de voluntades y circunstancias y azares, se le llama destino. El destino es esta sensación de que todos los caminos llevan a Roma; es volver atrás y que todo hasta lo más nimio haga sentido, que todo hasta lo más doloroso haga sentido.

Bueno, pues, muy honestamente, las últimas semanas he estado dedicada a la nada. A la nada. Tal cual a la nada. A la nada, pues. Me despierto y veo comedias románticas o series de fenómenos paranormales o telenovelas mexicanas que tratan sobre el amor y el género (sobre el género, en realidad, porque sobre el amor, ps, todas). Luego me detengo, pienso en qué estoy haciendo, qué debería de hacer y qué quiero hacer, me digo que quizás estoy deprimida y entonces me tomo una pastilla de piridoxina (que no es más que vitamina B6 que me dio la farmacóloga de mi roommate), pero eventualmente regreso a la nada. Es pavoroso. Francamente, no se lo recomiendo a nadie. Dedicarse a la nada te genera culpas infinitas y estreñimiento.


Todo esto para decir que mis ociosas reflexiones por fin llegaron a un punto, por fin dieron la vuelta que tenían que dar y, por fin, si todo sale bien, me dejarán regresar al punto de fuga –literal, al punto de huída– y concluir con mis responsabilidades, para de paso devolverle a mi padre su inversión.

He pensado, como ya antes había pensado, que no hay marcha atrás. Que ahora y para siempre existirá un antes y después de Patricio. Que mi búsqueda de comunidad y de pertenencia fue satisfecha. Que esta casa, en sus múltiples abrazos, me llevó a ser Insolente, a conocer la Ciudad en bicicleta, a intimar con ella como no lo había hecho antes. Que estoy orgullosa de haber apoyado al #YoSoy132 en los comienzos, y espero seguir alimentando al movimiento desde el otro lado del Pacífico. Que me siento afortunada de poder concluir mi estancia en México presentándoles Mar de Fuchi, porque me parece un proyecto pertinente y relevante en estos tiempos de relatividad.
















He vuelto, pues. Y vengo con todo.

Po
r lo pronto, cáiganle al programa de actividades de Mar de Fuchi. Vamos a estar la semana próxima en el teatro Julio Jiménez Rueda, del 11 al 15 de Julio, en una suerte de introducción de la obra, cuyo objetivo es interactuar con el público, para que éste forme parte de la creación de la misma. Habrá actividades varias que estarán relacionadas con el enamoramiento, la pérdida, el despecho y el crecimiento. Los esperamos.

Comments

Anonymous said…
Hola Gin, totalmente de acuerdo, eres actualísima y te agradezco la claridad para representar este acontecer. Iré a verte, supongo que el miércoles, para más placer :P
gin said…
En serio!!
Qué increíble. Un placer. Te esperamos :)

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