trabajo mejor con Lady Gaga


Me despierto. Son las 5:12am. Me despierto pensando –o estoy pensando entre sueños, no estoy segura– en las líneas argumentales de un texto para una clase.

Hace mucho que no me pasa, que el sueño de hecho me asiente las ideas. Sobre todo que el día anterior entré en pánico por falta de productividad. Pero también me doy cuenta de que a veces me hacen falta esos días en los que mi mente no se encarga del pensamiento dirigido. Lo escribo y me sigue sonando neurótica esta idea de que lo que se espera de nosotros como estudiantes de posgrado –como eternos pasantes de académico– es la concentración sin descanso. Restless occupation. Y sí pienso. De pronto me detengo en el porqué. ¿De dónde salió esa loca idea?

El otro día –más preciso sería decir el viernes (anteayer ("anteayer", realmente pienso que es una de esas palabras a las que por favor habría que cambiarles la ortografía, ya por favor, aceptémoslo, no pequemos de lo que los franceses con su hermosa pero casi absurda conservación etimológica en la ortografía))–, estaba en uno de los seminarios con mi asesora, que más bien a mí me parecen como espacios de control periódico. Y tú dirás –y yo también diría– pues, claro, si las asesorías sirven para eso, para controlar qué tanto está trabajando el alumno, para saber los avances, para usar el fuete, si es necesario. Pero esas malditas reuniones del infierno a las que espero nunca llegar a acostumbrarme –pero, temo, porque los humanos nos acostumbramos a todo– no funcionan tanto como asesorías, sino como espacios de opresión.

No uso esta palabra al azar. No es nada más que quiero exagerar las cosas (aunque claro que exagero). Mi objetivo no es victimizarme y no es enverdugar al otro, o a los otros. Quizás realmente resulta efectivo: los números lo indican, lo aprueban, lo corroboran. Número 26 del mundo, según la Times Higher Education, así con mayúsculas. A world-class university. Así las llaman.

Qué digo, pues. Es efectivo, sin duda. Y no es nada demasiado radical. Básicamente todo mundo reporta lo que ha hecho –pues, claro, porque para eso son las asesorías– en términos de avance –pues, CLARO, porque para eso es una asesoría. Así nomás, platicadito, somos 2 estudiantes de doctorado, 2 estudiantes de maestría, y la asesora. Mi asesoría se sucede de la siguiente manera: (1) por alguna razón que sigo sin entender, de parte de las doctorandas, hay una exposición de una lectura sobre métodos para analizar variación discursiva, (2) luego, de parte de la que se amaestra este año, la exposición de la tesis para el examen oral, (3) de parte mía, el plan del trabajo de campo, y (4) finalmente, reportes de las doctorandas sobre congresos expuestos.

¿Cuál es mi punto? Que nunca realmente se discute ningún contenido, porque el objetivo no es realmente guiar a los alumnos en términos de contenido, sino en términos de avance, en otras palabras, en términos de ritmo de trabajo. Lo que nos ofrecen ahí no es un espacio de resolución de dudas al contenido, sino un espacio de control periódico, en el más puro sentido de las palabras. Te formas, te revisan, te arreglan el uniforme y te vas. Mientras, ves qué bonitos están los uniformes de los demás. Esas malditas malditas reuniones del infierno no son más que un parade de buenas conductas. Sales de ahí sintiendo que eres idiota. Que no podrías ser más idiota. Sobre todo sales de ahí corriendo a la biblioteca más cercana o al centro de estudio de tu preferencia, en viernes por la tarde, porque te acaban de marcar el ritmo, y lo sigues.

Pero entonces ahí me tienen en viernes por la noche llorando porque me siento incapaz de lograr mis objetivos, y en sábado por la tarde sintiéndome culpable y frustrada porque ese día decidí quedarme a echar la güeva.

Otro dato que a mí me vuelve loca, pero que al resto parece tenerlo sin cuidado, es que esta gente de verdad espera que trabajes en las vacaciones. ¿Se imaginan? Mi asesora pregunta muy quitada de la pena que cuáles son nuestros planes de trabajo para Marzo. (Contexto: las vacaciones oficiales empiezan a mediados de febrero y terminan cuando empieza el siguiente ciclo escolar en Abril... pero, ¿a alguien le importa?)

Lo que a mí me alarma no es nada más semejante demanda, sino que las ofertas pueden bien resumirse tranquilamente en "leeremos para prepararnos para el siguiente ciclo."

Comments

Anonymous said…
jajajaj qué título!

y qué académica, paréntesis entre paréntesis ¿es como una doble negación? "(anteayer ("anteayer", realmente pienso que es una de esas palabras a las que por favor habría que cambiarles la ortografía, ya por favor, aceptémoslo, no pequemos de lo que los franceses con su hermosa pero casi absurda conservación etimológica en la ortografía))"...


si querás darle el tono de desahogo, de "sólo soy un ser humano"...jaja se te coló el "a huevo soy académica y critico a los franceses".

:D
gin said…
ja.......
En efecto.

Pero lo mejor de mi doble paréntesis es que todavía se atreve a estar entre guiones largos.
(Y lo mejor de mis críticas académicas es que at the end of the day se hacen from inside (!!!).)

jijiji
Anonymous said…
¡cierto! ¡guiones largos!

"Y tú dirás –y yo también diría– pues, claro" gin sin tonic at the end of the day aparece siempre, con sus críticas académicas y con el resto de lo que dice, entre guiones largos :D...apropósito de tu ser self-addicted :P

[la palabra antimáquina es "woring" tú q le sabes al lenguaje ¿sería la fusión de boring, and work? tal como tus reuniones de postgraduados]
gin said…
Yo creo que 'woring' llegó a nuestras vidas para describir estos últimos días en la oficina.

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