cachos de nubes

La neblina que rodea Cotzocón no hace más que potenciar la sensación de oasis, de espacio secreto o escondido, que descubres por pura suerte, después de caminar medio día en la mixería. Ya hace 4, 5 horas que dejaste el último pueblo. Vas cargando tu casa en la espalda. Por alguna razón de la física, pesa más que hace diez, y más que hace quince kilómetros.

Ves zopilotes en el cielo. Envidias su planear, su poco esfuerzo, como de hoja seca, en la inmensidad de entre las montañas. Quisieras tú también extender los brazos como velas y deslizarte con el viento. Atravesarías las tenues y blancas, ligeras como telarañas, cachos de nubes entre las plumas. Y esquivarías las espesas y tupidas, cargadas como cascadas, nubes grises que se acercan, se llaman entre ellas, se cuentan cada vez más y se ríen. Escuchas su risa de tormenta, temblor del cielo, carcajadas tempestades nubes líquidas sobre tus hombros.

Sigues caminando. Sigues hablando, como provocada por la lluvia, conversas con rabia, gritas contra el agua, como para apagar sus risas. Se silencia el argumento, la lluvia ríe en otra dirección, te miras los pantalones, restos de nubes entre las piernas. Acabas de cruzar el cinturón de neblina.

Una vez adentro, la jungla te toma por sorpresa, las hojas de los árboles se agrandan, el verde parece más profundo. Te inquieta la brusquedad del cambio, pero te dejas seducir por la nueva vegetación, más extrovertida, más generosa, más ávida. Es el agua que la alimenta, que corre entre las plantas, entre las casas, entre las gentes. Te preguntas un poco más, pero no te queda sino pensar que la gradualidad se quedó entre la neblina. Son las nubes las que transforman, gota a gota, las tramas de la sierra, a carcajadas.

Comments

Manuel Delaflor said…
buenisimo, manejas "texturas de emociones" por asi decirlo, que conectan la historia mientras la vas contando, me gusta mucho. gracias.
Anonymous said…
Manuel, a ti. Agradezco el feedback profundamente.

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