hablando se entiende la gente (2)

Yo, como los alcohólicos. Hoy pregunto. Hoy no me quedo callada. Hoy interactúo.

Lo más curioso es que estas cosas yo ya las había aprendido. En algún momento caí en shock y perdí mis super poderes; pero, para los que no llegaron a verme saltando de edificio en edificio, había llegado a ser tan social como para comentarle cualquier nimiedad al que se parara atrás o adelante de mí en la cola de las tortillas, o en la barra de cualquier cantina, si quieren, más fácil, de ladito.

A la gente le encanta ser abordada. La vuelve loca hablar de ella misma y de cómo ve el mundo. Por eso hay tanta radio, tanta televisón, periódico, congreso, blog. Una de las necesidades básicas del ser humano es la interacción con otros seres humanos.

Cómo me gusta tirar netas, ¿verdad? Sin base teórica o estadística, sin citas. Así nomás. Ustedes perdonen tanta informalidad. Pero es que yo lo he comprobado conmigo misma, en estos meses de soledad. La incomunicación me deprime. La insocialización -insocialidad, insociabilidad, antisocialidad- me destruye. Me pudre el alma. Me pone paranoica. Empiezo a sentirme como el monito encuevado Gollum del Señor de los anillos, cuando en realidad mi estómago tiene la voluntad de un hobbit cualquiera. A mí lo que me alimenta es estar con una banda en el intercambio constante. Eso me hace feliz. Ahí yo encuentro mi humanidad, en mezclarme, en enterarme, en abrazarme, en observar y ser observada, en reirme, en comer, en leer, en escribir -sola, también, pero siempre con, eventualmente con y para alguien o álguienes. La necesidad de expresión no es así al aire. Siempre hay un interlocutor.

A poco no es cierto que hasta nos desdoblamos por interlocutarnos -interlocucionarnos- con alguien. Ya en el caso extremo empezamos a hablar solos. Hagan el experimento. Estén en un lugar -perdido o no- sin comunicarse por un periodo de tiempo (seguramente que el umbral de la frustración incomunicativa es distinto para unos y para otros, pero). Tarde o temprano llega la hora del desdoblamiento.

En casos no tan extremos, salen los interlocutores fantasma. Estos no dan miedo. Estos son buena onda, andan ahí por si se necesitan, para lo que se ofrezca. Los interlocutores fantasma son los seres que evocamos cuando estamos frente a algo -un descubrimiento X-, a falta de un remitente inmediato. Se les reconoce más tarde con la mallugadísima frase "lo vi y me acordé de ti/pensé en ti". Los interlocutores fantasma asienten o niegan lo que uno piensa o siente, e incluso cuentan chistes. De ahí la risa aparentemente espontánea de los caminantes. El primer motivo de a solas reirse es de sus maldades acordarse, claro está; pero el segundo son los interlocutores fantasma, sin duda alguna.

Alivianador que anden por ahí. Sin embargo, un interlocutor fantasma no es suficiente. A final de cuentas, es una extensión de nosotros mismos, como los sueños. Así que, dado el caso, después de una ponencia más, hay que pararse a la salida del auditorio y detener a un par de estudiantes para informarse, más o menos, cómo anda la lingüística en estas Islas alejadas de la mano de dios. Bueno, pues al parecer, no hay algo así como departamentos de lingüística en las universidades. Pero entonces los lingüistas japoneses andan metidos en los departamentos de literatura, de educación, de psicología, y de que hacen lingüística, hacen lingüística.

Me senté a comer con ellos. Me dieron dos que tres nombres de profesores que pudieran interesarse en mi proyecto de investigación. Me dieron sus datos. Uno me sirvió el té y me extendió una invitación para conocer la Universidad de Osaka.

Comments

Anonymous said…
:D con o sin citas, estoy de acuerdo contigo. Y bueno, es pregunta si la quieres contestar...esos interlocutores fantasma ¿se compilaron en algúna época [monista] en dios? Creo que así debió ser...o así me pasa...yo sólo creo en dios para saber que
ante alguien está constando mi vida...los amigos, la gente en gral que me rodea no sirve mucho, porque aunq con ellos interactuas nunca entienden tu punto de acción...justo cuando sé esto me invento o surge el interlocutor fantasma...al que le dices "vdd?" "jajaja, si, esto es nuevo!", "órale si, hasta que sucedió!", etc.

Me encanta la hora del desdoblamiento...pero todo este placer por la comunicación, lo reconozco, vine del placer individualista.
gin said…
En Dios... ahi sí, con mayúsculas, ¿no? Qué curioso que creas más en la divinidad que en la gente que te rodea.

Ahora me parece que los interlocutores fantasma se han de configurar de manera distinta para cada quién. Porque, para mí, siempre tienen cara, nombre y número del seguro social, aunque sea medio pirata.

Curioso -muy curioso- porque, incluso en casos extremos de pérdida de sensación de realidad (y esto lo traigo a colación porque 'constatación de la vida' me suena a 'demostración de la existencia' y eso me lleva a 'percepción de la realidad'), me he encontrando invocando a seres conocidos.

Una vez -sólo una vez que no olvido- terminé sentada en las escaleras de un templo. Ese día buscaba compañía, la forma más básica -ahora lo pienso- de interlocución.

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