A la goma (2)
Siempre me ha
costado trabajo la palabra patria. Creo que más bien quise decir 母国 /bokoku/ ‘país madre’. Patria me suena como a que tengo que luchar por
un ideal, y la verdad es que yo ya no estoy para esos anacronismos. Pero, fuera
de encontrar una etiqueta adecuada para revelar ‘país de origen’ –que, aunque
es importante, no es en lo que quisiera detenerme–…
Para los que no saben lo que es tener más de un origen, o para los que simplemente no han hecho consciente esta circunstancia –o tal vez sean de los afortunados que sabiéndose múltiples han logrado integrarse–, quizás es justo que les platique un poco cómo funciona para mí.
Antes de subirme al avión, pasé con mi terapeuta –también pasé con mi ginecóloga y con mi acupunturista (le llamo el kit del bienestar)–, y para no perder la costumbre me puso a llorar. No sé si el propósito del psicoanálisis sea ese, o si esto es una consecuencia natural de darle seguimiento a mis palabras –ellas que algo me saben–, pero sucede que eventualmente termino arrinconada en el miedo a la incomprensión y al juicio ajenos.
Vengo a contarles esto porque es en lo que muchas veces he caído cuando he tratado de describir mi más de un origen en comunidades que no son expresamente multiculturales (e.g. Japón o México). ¿Y que por qué subrayo el 'expresamente'? Porque decretar la unicultura tiene más un propósito normativo que descriptivo, es decir que básicamente es un instrumento de control. Y claro que me hacen falta herramientas para decir esto. (Es más, si alguien tiene bibliografía que me pudiera proporcionar para ponerle más caldo a las albóndigas, remítamela, por favor.)
Alguna vez, Bernardette me dijo que esta sensación del miedo era
por el trauma de tratar de contestar a las expectativas paternas. Pero ese
martes antes de tomar el avión dijo algo que me hizo mucho más sentido. La
verdad es que no es algo muy complejo. Las respuestas siempre son más simples
de lo que uno malcompone en el solipsismo. Yo lloraba. Siempre he estado entre
la academia y cualquier otra cosa, nunca me ha quedado claro cuál es mi lugar –自分の居場所というのが–, mi vida profesional es un constante jaloneo
entre la vida científica y la vida creativa, entre la realización de destapar
la teoría pero el desahogo de descubrirme en lo práctico, esto del placer por la
observación y el gusanito de servir a la sociedad. Por eso nunca he logrado el éxito en nada.
Aprendiz de todo, oficial de nada, el que mucho abarca, poco aprieta, en fin…
–¿Sabes lo cansado que es estar en medio en todo?
Y entonces me desbordé en mi homelessness identitario
y en mi ambigüedad al amar.
–Pero eso es porque no te aceptas.
Ya sé dónde están los kleenex y me sueno. Ah.
Y entonces se forman diques que contienen la melcocha.
Levanto la cabeza. Es que tú eres todo. No dejas de ser una cosa por hacer la otra. El
todo se revela por todas esas piezas. Pero no sólo eso, sino que en cada pieza
se refleja el todo.
Oh. The whole picture, señoras y señores. Aunque no dudo que suena como a Alejandro Jodorowsky, y es horrible. Qué necesidad de dividirme, cada vez, por oficio, por nacionalidad, por contexto, por interlocutor.
A la goma.
A la goma.
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